Gabriel
Careaga
La teoría de las clases sociales
Desde que Carlos Marx habló de la lucha y de
los conflictos de clases, así como de su caracterización en dos grupos
antagónicos: explotados y explotadores, los sociólogos han especulado mucho
sobre las características de las clases sociales, sobre todo a partir del
triunfo de la sociedad industrial y, quizá precisamente por esa especulación,
hay confusión y contradicción sobre la teoría social de las clases sociales a
pesar de ser un capítulo fundamental dentro del pensamiento sociológico. Este
aspecto es tan importante que es ya un lugar común decir que, sin teoría sobre
las clases sociales, no se puede hacer una explicación científica de la
sociedad.
Historia,
teoría y crítica
Los teóricos han discutido hasta el cansancio
si las clases sociales se pueden explicar en términos objetivos, si son
determinadas por las relaciones sociales de producción o por un hecho
subjetivo, sobre todo las ideas que tiene el individuo de sí mismo. Esta última
hipótesis es manejada por los sociólogos estadunidenses, quienes niegan la
lucha de clases. Ellos prefieren subrayar la jerarquía de poder, de prestigio,
de riqueza o de educación. Estos sociólogos tienden a explicar el cambio y la
transformación histórica a través de la evolución y la innovación tecnológica;
los hechos sociales les han dado la razón histórica porque el capitalismo no se
derrumbó.
Uno de los
sociólogos que más ha aportado a esta teoría de la estratificación social es
Pitirin Sorokin, quien escribió hace ya algunos años:
La estratificación social significa la
diferenciación de una determinada población de clases jerárquicamente
superpuestas. Se manifiesta a través de la existencia de capas sociales
superiores o inferiores. La base de su existencia es una distribución desigual
de los derechos y privilegios, los deberes y responsabilidades, los valores
sociales, y las privaciones, el poder y la influencia, entre los miembros de
una sociedad.
La teoría de la
estratificación social se impone con el rechazo de la sociología marxista y el
triunfo de la sociología empírica y cuantitativa. El resultado es una
incapacidad para entender en términos biográficos e históricos las clases
sociales. La sociología funcional implica la relevancia del dato cuantitativo,
las variables en términos ahistóricos, la pretensión ''científica”, ya que
aparentemente no se hacen juicios de valor. El resultado es que toda
interpretación social se convierte en una simulación política para justificar
la falta de compromiso moral e histórico. Nunca antes se /había llegado a una
ciencia social tan irrelevante y pedestre. Por supuesto, esta sociología acaba
por no explicar nada.
En cambio, dentro
de la sociología marxista las clases sociales son el resultado de las
contradicciones y de las luchas políticas dentro del sistema social. Las clases
sociales para Marx, por ejemplo, no solamente son una categoría científica
sino, sobre todo, tienen una dimensión política; es decir, hay acciones
sociales e históricas de un grupo sobre otro grupo, de unos hombres sobre otros
hombres, de una clase sobre otra clase. Es un universo que se interrelaciona,
se modifica, se transforma, y en donde nada permanece estático. Hay que
recordar que Marx le daba una importancia fundamental a la dimensión histórica.
Su sociología es la relación de hechos sociales con productos históricos
reales. Así, aparecen las clases dentro de un proceso histórico; una clase
tiene en sus manos los bienes de producción y la otra sólo su trabajo; en
consecuencia, es explotada, engañada, perseguida y enajenada. Esta clase vive
en una dimensión imposible. En estos términos, se lee en el Manifiesto
Comunista:
Toda la historia de la sociedad humana, hasta
el día de hoy, es una historia de lucha de clases. Libres y esclavos, patricios
y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una
palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha
ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta; en una lucha que
conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen
social o al exterminio de ambas clases beligerantes.
Marx estableció y
probó una continuada progresión de conflictos y violencia en la configuración
histórica de las clases, a lo cual llamó lucha de clases. Así, bajo el
capitalismo se desarrollaron con mayor fuerza las tensiones y los conflictos de
las clases sociales. Brevemente, hay que recordar que el sistema de producción
es uno de los fundamentos teóricos de Marx, sobre el que se basan las
relaciones históricas dentro de la estructura social. Los criterios para
ordenar las clases en el sistema marxista son diferentes y múltiples, pero se
van a subrayar sobre todo dos: el primero es la diferencia en cuanto a
propiedad; el segundo habla de diferentes órdenes productivos.
Según los criterios
anteriores, Marx reconocía básicamente dos clases en la sociedad. Pero dentro
de esa dicotomía también reconocía que esos grupos antagónicos daban lugar a
otras clases sociales. Por supuesto, Marx pensaba que, de todas las clases sociales,
el proletariado es el elemento histórico de la próxima transformación social
porque, al ser la clase más explotada, podría hablar en nombre de las demás.
Por ello, es la clase verdaderamente revolucionaria:
Las demás perecen y desaparecen con la gran
industria; en cambio, es su producto genuino y peculiar. Los elementos de las
clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el
labriego, todos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su
existencia como clase; no son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más
todavía, reaccionarios, pues pretenden volver atrás la rueda de la historia.
El surgimiento de la clase media
Dentro de todo este
proceso, Marx reconoció la existencia de las clases medías: el pequeño industrial,
el tendero, el artesano y el lumpenproletariado. A éste lo define como:
esa masa que se está pudriendo pasivamente,
arrojada por los estratos más bajos de la vieja sociedad, que puede, aquí y
allá, ser arrastrada al movimiento por una revolución proletaria. Sus
condiciones de vida, sin embargo, la preparan mucho para desempeñar el papel de
instrumento subordinado de la intriga reaccionaria.
Se puede decir que
Marx matizaba toda su concepción de clases sociales. Y también se puede resumir
diciendo que la visión marxista de las clases tenía tres dimensiones
interrelacionadas: la económica, la política y la social, pues, aunque Marx
elaboró su teoría en función de una situación dicotómica (proletarios y
burgueses), en sus análisis aparece la clase intermedia, que era definida como
pequeña burguesía. Para Marx, la pequeña burguesía es la clase que dispone de
modestos medios de producción y que en la lucha de clases se polariza y se
convierte en proletariado o en burguesía. Ante estas afirmaciones, hay que recordar
que Marx no terminó de elaborar su teoría de las clases sociales. Precisamente
al finalizar el tercer tomo de El capital, se disponía a hablar de las clases y
ahí se interrumpe el manuscrito.
Las tesis de Marx
no se cumplieron. Sin embargo, es importante afirmar que las hipótesis de Marx
sobre las clases sociales en la sociedad industrial no se cumplieron en su
esquema fundamental. El proletariado no hizo la revolución ni desarrolló su
conciencia de clase, sino que aparecieron nuevas formas de expresión del
capitalismo dinámico. En el proletariado surgieron formas de pensamiento
típicas del pequeño burgués, que en el mejor de los casos lucha por
reivindicaciones económicas, pero no tiene intereses políticos. Se convirtió en
un consumidor voraz. La pequeña burguesía no se radicalizó ni tendió a
desaparecer. Por el contrario, a través de una hábil manipulación de la
ideología, se mistificó más su pensamiento y se dio uno utópico y soñador,
haciéndose creer que ella representaba a toda la sociedad, surgiendo así la
sociedad unidimensional. La burguesía se transformó de grupo pluralista en
corporaciones monopolistas internacionales y transnacionales, y apareció una
sociedad de vendedores y consumidores, que Wright Mills denominó sociedad de
mercado constante.
El gran escenario de vendedoras. En el mundo
del pequeño empresario, el vender era una actividad entre muchas, limitada en
su alcance, en su técnica y en sus maneras. En la nueva sociedad, el vender es
una actividad difundida, de alcance ilimitado y despiadada en su elección de la
técnica y de las maneras.
El mundo del
vendedor se ha convertido ahora en el mundo de todos y, en cierto sentido,
todos se han hecho vendedores. El mercado amplio ha llegado a ser, al mismo
tiempo, más impersonal y más íntimo. ¿Qué hay que no pase ahora por el mercado?
¿La cienciá y el amor, la virtud y la conciencia, la amabilidad, las
especializacio- nes cuidadosamente maduradas y las animosidades? Estamos en una
época de veleidad. El mercado alcanza
ahora a todas las instituciones y a todas las
relaciones. El estilo del regateo, el ánimo revendedor, la simpatía
estereotipada, la valoración comercial de los caracteres personales, todo esto
nos rodea. En público y en privado prevalece el sabor y el sentido de lo
comercial.
El vendedor
estadunidense ha atravesado por diversas lases principales, cada una de las
cuales corresponde a una etapa en la organización del sistema de sus negocios.
Este sistema comprende una vasta e intrincada red de instituciones, cada hilo
de la cual es un vendedor de una u otra clase. Todo cambio del sistema y de sus
relaciones con la sociedad en general se reflejará en el desarrollo de tipos de
vendedores y en la clase de comercio que habrá de prevalecer.
Cuando la demanda
era generalmente mayor que la producción, las ventas tenían lugar, en su
mayoría, en un mercado de vendedores, y casi siempre era sencillo estar en
cierto sitio a cierta hora para recibir los pedidos. Cuando las demandas se
equilibraron con los suministros, el vendedor, como medio de distribución, no
hacía más que proporcionar información. Pero cuando la presión del productor
para vender se hizo mucho mayor que la capacidad del consumidor para comprar,
el papel del vendedor se transformó en algo muy agitado. En el siglo xx, al
acumularse los excedentes, ha surgido la necesidad de distribuir en mercados
nacionales, y con la difusión de la publicidad nacional han hecho falta
extensas organizaciones de ventas para sacar provecho de sus efectos.
Cuando las empresas
de negocios eran capaces de aumentar su producción en un mercado expansivo,
podían hacerse la competencia unas a otras, presentando cada vez mejores
ofertas; pero en un mercado contraído o cerrado prefieren no competir en los
precios. Puede que los precios más bajos, como sostienen muchos economistas,
sean "más eficaces que los métodos de técnica comercial agresiva, que
aumentan los costos”; pero, de esta forma, las ventas a gran presión son un
sustitutivo del estimulante de la demanda, no por la rebaja de los precios,
sino por la creación de nuevas necesidades y deseos más apremiantes. "Los
negocios —escribió Ve- blen— se reducen a un tráfico de técnica comercial que
funciona a base del mérito compartido de los vendedores rivales.” La técnica de
ventas en los Estados Unidos se ha convertido virtualmente en una fuerza
autónoma, que sólo depende de la voluntad y que mantiene a la economía a gran
presión.
Por supuesto,
dentro de todo este proceso de transformación que descubrió el capitalismo se
encuentra el desarrollo de la llamada clase media.
Pero ¿quiénes
forman la clase media? ¿Qué es, en resumidas cuentas, la clase media? ¿Se puede
hablar, en términos sociológicos, de clase media? Para algunos autores,
Halbwachs por ejemplo, los artesanos y los pequeños comerciantes son clase
media; es decir, son personas que trabajan solas o por su cuenta. Ellos
organizan su producción económica y su forma de trabajo; entran directamente en
relación con los clientes; no son propiamente grandes empresarios, sino
pequeños empresarios. Al parecer son independientes; pero en la escuela de
producción capitalista esta independencia es relativa, porque ellos están
sometidos a las condiciones del mercado de trabajo, tanto como del mercado de
los productos.
Una de las
características psicosociales de estos pequeños comerciantes y artesanos es su
individualismo recalcitrante. Éste podría ser uno de los elementos que
configurarían las características de la clase media.
Otro grupo
considerado dentro de la clase media son los burócratas, los empleados. Este
conglomerado ha crecido sobre todo con el desarrollo de la sociedad industrial,
debido a la necesidad creciente de utilizar a los que los sociólogos han
llamado "trabajadores de cuello blanco”. Los empleados trabajan en forma
individual, no tienen una conciencia de su situación dentro de la estructura
social. La característica de la clase media es su falta de intención crítica,
su carencia de situación histórica, su desarraigo de la sociedad, su vida
mecánica. Los sueldos de los empleados se fijan según las reglas generales de
esa burocracia. Pero, en general, esos empleados van subiendo en escalafón,
según la edad y el tiempo que tengan de trabajar en la burocracia. Los
empleados a veces no se interesan en su trabajo, por lo cual resulta monótona y
pesada su labor diaria en la administración. En las instituciones burocráticas
modernas se exigen al empleado ciertos implementos técnicos que le permitan
ascender dentro de la estructura. Frecuentemente, esos empleados no tienen
incentivos para trabajar en términos de progreso individual o social. Sin
embargo, existe otro tipo de empleados, con mayor estatus en la empresa y en la
administración. Éstos son los ejecutivos, que pertenecen a una amplia gama de
clase media con características de mayor movilidad, tienen una personalidad
competitiva y están en contra del espíritu burocrático en el sentido de la
pasividad rutinaria de los empleados comunes y corrientes. El ejecutivo es el
hombre de la clase media con más posibilidades de movilidad social, con más
perturbaciones psicosociales y con mayor sentimiento individualista dentro de
la estructura social.
Para Halbwachs, la
clase media son los pequeños comerciantes, los artesanos, los empleados, los
ejecutivos. Esto es el resultado de la expansión de la sociedad industrial. En
la medida en que se desarrollan más las sociedades contemporáneas, este grupo
aparece mucho más heterogéneo, con más crisis y con menos posibilidad de ser
homogeneizado a través de un solo elemento o de una sola explicación. La clase
media no constituye un remanente, una clase unitaria con un horizonte social
claro, sino que su lucha cotidiana, su afán de movilidad constante, su
mezquindad y su egoísmo hacen que jamás tome conciencia plena de los motivos de
su conducta, de su situación histórico-social o de sus contradicciones como
dase heterogénea.
La frase de
Tocqueville, a propósito del espíritu de la clase media, es muy significativa:
"Espíritu que mezclado al espíritu del pueblo o la aristocracia de la
burguesía puede hacer maravillas, pero que por sí solo no producirá nunca más
que un gobierno sin virtud y sin grandeza”.
Se puede concluir
que la dase media, desde el punto de vista marxista de las clases sociales, no
existe. No tiene ni proyectos históricos ni conciencia social de lo que es, ni
una visión política revolucionaria del mundo. Se mueve dentro de las
indeterminaciones de la vida social y racional del capitalismo. Pero esto no
quiere decir que no exista como un hecho social, político y económico real.
Marx nunca negó que existiera la dase
media: "Lo que [Ricardo] olvida mencionar
es el continuo incremento numérico de las clases medias [...] a mitad del
camino entre los obreros, por un lado, y los capitalistas y los terratenientes,
por otro. Estas clases medias se apoyan con todo su peso sobre la dase obrera
y, al mismo tiempo, aumentan la seguridad y el poder de la clase dominante”.
En síntesis, en la
sociedad industrial desarrollada, la dase media ha crecido y esto ha hecho que
la hipótesis de Marx sobre su posible radicalización no se haya cumplido; por
el contrario, la dase media tiende a sobredeterminar a toda la sociedad con su
estilo de vida, con sus formas de expresión culturales y políticas. Por otro
lado, no hay que olvidar que de la dase media surgen los radicales, como los
intelectuales marxistas, pero también los científicos y los ejecutivos que han
modificado su propia dase al finalizar el siglo xx.
La clase media después del colapso socialista
En la sociedad posmodema, la tecnología y las
innovaciones científicas barrieron con todo lo que parecía sólido y eterno. El
liberalismo y el marxismo se transformaron como ideologías políticas y el
capitalismo se volvió más cambiante en términos económicos y sociales. La
sociedad igualitaria del socialismo era una burocracia política con características
totalitarias. A partir de los sesenta, la sociedad de masas del capitalismo y
el socialismo parecía estar más cercana en cuanto a sus necesidades
consumistas. La lucha de clases no desapareció, sino que se transformó en una
competencia agresiva y sin cuartel por el estatus social. El Estado benefactor
como motor de desarrollo tuvo que limitar sus inversiones para hacerlas más
efectivas en cuanto a productividad, estimulando a los productores, obreros,
campesinos, burócratas y clase media. Pero no por solidaridad social, sino
fundamentalmente por interés económico. El fin del socialismo en 1989 mostró
que no habían desaparecido las clases sociales, sino que existía una dictadura
burocrática y familiar tanto en la Unión Soviética como en Hungría, Rumania y
Alemania Oriental. El capitalismo se encuentra con un proletariado reformista
que, más que revolucionario, pretende, y lo ha logrado en cierta medida,
obtener tantos beneficios como la nueva clase media. Su ideología en todo caso
es sindicalista y lucha por prestaciones económicas, seguridad social, mandar a
sus hijos a la universidad, tener más bienes de consumo.
Por su lado, la
sociedad campesina se transformó en urbana. Los dogmas del pasado con los que
la agricultura alimentaba el campo fueron superados por las realidades
históricas, como Janes Jacobs demuestra en La economía de las ciudades. Allí
explica que la agricultura no sería ni siquiera posiblemente productiva si no
incorporara muchos bienes y servicios producidos en las ciudades o trasplantados
de ellas. Los países predominantemente rurales tienen la agricultura más
improductiva. Por el contrario, los más organizados son precisamente los que
producen mayor abundancia de alimentos. El campesino ha tecnificado su
agricultura, tiene todas las comodidades del mundo moderno y, al igual que en
las ciudades, ve cablevisión, películas en videocinta y sus técnicas de cultivo
son altamente refinadas.
La clase media se
expandió como resultado de la distribución del consumo y la riqueza. En la sociedad
posindustrial, la clase media apareció como antes en una lucha constante por
conservar su estatus social individualista, asociándose civilmente de manera
ocasional para defender sus derechos y obtener más prestaciones o mayor
seguridad social. El capitalismo tendió a homogeneizar a la sociedad,
promoviéndose como un modelo más igualitario y democrático, y también más
cercano a los valores sociales y políticos de la clase media. Es decir, las
clases medias tienden a ser reformistas, y tratan de tener mayor movilidad
social a través de la educación, de una mayor profesionalización en sus oficios
y de su capacidad de ahorro, sobre todo en sociedades como la estadunidense, la
inglesa, la francesa, la alemana y la japonesa.
La cultura de la
imagen tendió a homogeneizar a las clases sociales. La televisión propone
formas de comportamiento y de consumo para todos los grupos; no obstante, el
proletariado sigue pensando que las actividades de la clase media (burócratas,
profesionistas, inversionistas, corredores de bolsa) son parasitarias e
improductivas. El proletariado sigue creyendo que el único trabajo válido es el
físico, que redime y legitima una acción social. El mundo burgués se ha vuelto
más complejo, y los grandes capitalistas existen a veces como prestanom- bres o
como grupos de consorcios que en realidad se reparten la riqueza de sus países
a través de las empresas transnacionales; la sociedad industrial sigue siendo
desigual e inequitativa; la distribución de la riqueza sigue concentrándose en
un 20% de la población; la categoría de la élite en el poder que manejó Mills
sigue siendo válida, ya que explica que los militares, la burocracia política y
los millonarios son los principales pilares del poder. Pero la clase media
lucha por que los beneficios de la educación, la salud, el consumo, el poder
sean cada vez mayores para este estrato. La radica- lización de la case media
en términos marxistas no se dio. Y la idea de que la sociedad industrial iba a
tener un movimiento proletario socialista apoyado por la clase media fue una
fantasía que más bien ha justificado regímenes autoritarios, políticas
conservadoras y exaltaciones nacionalistas, como ha sucedido en los últimos
años en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia y Alemania, en donde
han aparecido el fascismo y el neonazismo, y también movimientos fundamenta-
listas de tipo religioso.
Al final del siglo
xx, los valores tradicionales de la clase media, cuya bancarrota se inició
desde los años sesenta con la rebelión juvenil, los movimientos estudiantiles,
los feministas y los homosexuales, parecen quedar atrás. La aparición de
enfermedades tan temibles como el sida ha hecho que se regrese a la monogamia.
Los conservadores de la clase media explican el sida como resultado de la
promiscuidad y la corrupción moral, y claman por el regreso a los valores
morales, la tradición familiar, la monogamia, etc. Pese a todo, en la práctica
la clase media sigue viviendo un proceso de desintegración moral por el alto
consumo de drogas y alcohol, y familias que viven juntas, en medio de la
agresión y la violencia. Más que los valores morales, la competencia y el
consumo en aras de una mayor movilidad social es lo que caracteriza a la clase
media de la sociedad posindustrial. La cultura de la imagen y el consumo ha
triunfado.
La sociedad consumista de clase media
Las sociedades contemporáneas se han vuelto
consumistas, más en los países ricos, pero también en los países en vías de
desarrollo. En unas y en otras, por medio del efecto demostración y mediante la
televisión, los anuncios hacen creer al público que todo el mundo vive en un
consumo ostentoso, en medio de fiestas y alegría, fantasías y caprichos, y
deseos que parecen reales. La moda y la sociedad consumista, a pesar de sus
excesos, hacen que haya una liberación individual y colectiva en el
comportamiento cotidiano. Desde el Renacimiento hasta mediados de los sesenta,
los seres humanos han tenido la obsesión de fundar una moral independiente de
los dogmas religiosos, perdiendo los temores del más allá y estimulando los
deseos inmediatos. La pasión del ego, el individualismo, la liberación sexual,
aun con el sida, han creado un comportamiento basado en el pragmatismo
materialista. Gilíes Lipovetsky, en su ensayo El crepúsculo del deber, explica
que los avances tecnológicos y el ocio hacen que se olvide la retórica del
deber austero para concentrarse en la satisfacción inmediata; los hombres
modernos rechazan la sujeción a la moral religiosa y establecen una moral
laica, apoyada en una ética racionalista basada en el trabajo y la
responsabilidad de la persona. La moral puritana, que ocultaba represiones
morales y sociales, se ha roto con la cultura de la imagen; los medios de
comunicación, fundamentalmente la televisión, han impuesto a escala mundial
comportamientos existencia- les que evocan el deber frente a uno mismo más que
hacia los demás. La gente, sin haber leído a los exis- tencialistas, quiere
vivir aquí y ahora hasta lo máximo. El capitalismo de las necesidades ha
renunciado a la santificación de los ideales en beneficio de los placeres y los
sueños de la felicidad privada. Ahora se vive en el estruendo y la violencia
del videoclip. Se vive permanentemente la invitación al confort y los
requerimientos materiales para ser eternamente joven y eficaz. La cultura
hedonista ha emancipado a Eros de la idea de pecado; ha legitimado la
exaltación de las masas, principalmente juveniles, a partir de los espectáculos
de rock, fútbol y box.
También ha
aparecido en forma creciente la cultura de los ejecutivos para luchar contra la
vejez; hombres y mujeres viven en una obsesión por no tener arrugas, velar por
una alimentación sana, broncearse, mantenerse delgado, relajarse, conservar el
equilibrio, sobre todo en momentos de pánico, como los que se viven hoy. Sólo
los más fuertes y los más jóvenes pueden tolerar las tensiones del posible
desempleo, de la presión por el estatus, la frustración por no poder cambiar de
auto, por no poder viajar. Esto ha traído como consecuencia una contradicción
permanente entre morales de apertura y sociedades que están invitando a
regresar al orden y a la estabilidad familiar.
Y en los últimos
años se ha visto que la ética invade a los medios de comunicación, alimenta la
educación filosófica, surgen corrientes espiritualistas y, sobre todo, en la
televisión se debate sobre el aborto, el acoso sexual, la corrupción de la
política, y se hacen cruzadas contra la droga y el relajamiento erótico de los
ya lejanos sesenta. Al mismo tiempo se está viviendo la conciencia de la
destrucción ecológica en todo el planeta, y de millones de espectadores que
viven con ropas baratas, con facturas acumuladas, angustiados porque,
quiérase o no, la cultura consumista es no una moda, sino un estilo de vida del
ya agónico siglo xx, fundamentalmente dentro de la clase media.
Biografía histórica de la clase media en
México
El desarrollo anárquico y desequilibrado de la
sociedad mexicana, a partir de sus inicios como nación independiente en 1810,
hizo casi imposible el surgimiento de la clase media. Era una pequeña capa
delgada, compuesta por burócratas, clérigos, militares, criollos y mestizos que
desde el principio de la organización social mexicana lucharon por tener una
identidad. Esto hace que en la revolución de 1810 los criollos y los mestizos
participen en la transformación social del país. Pero desde ese momento
oscilarán entre el miedo y el oportunismo social; se aprovecharán de sus
conocimientos y de su educación para manipular los movimientos políticos a su
favor. La clase media del siglo xix empezará a revelarse como un grupo social
que se encuentra profundamente colonizado. Se importan modelos de
comportamiento social y moral de España que les da toda la tradición y toda la
atmósfera de "buenas costumbres”, y que la va a configurar como un grupo que
maneja el honor y la moral como parte de su visión del mundo. Pero es una clase
media que está colonizada y que no encuentra sus raíces ni su razón de ser,
puesto que quiere imitar formas de comportamiento que corresponden a la
metrópoli. De ahí que resulte grotesca la coronación de Agustín de Iturbide,
que no fue más que una imitación extralógica, caricaturesca, de la pompa y la
fastuosidad de los comportamientos y las costumbres de los reinados europeos.
Los conservadores
triunfan, y empieza a surgir otra mentalidad de clase media, influida ahora por
los ingleses y los franceses. Otra vez aparece un falso proyecto de sociedad
nacional que encubre intereses personales bastardos. Se plantea la necesidad de
industrializar el país, de tener pautas y normas sociales que acaben con el
desorden y el caos generalizado. Entonces, piensan que es mejor tener como
modelo a la sociedad inglesa o a la francesa. La clase media tiene que optar
por importar, apoyada por los grupos de ricos conservadores, a un emperador.
Adoptan normas y comportamientos que vuelven a ser extralógicos y que
demuestran una característica de la clase media: su facilidad para ser
manipulada a través de una constante penetración colonialista.
Pero también hay
que decir que junto a esta clase media, obsesionada por una autoridad que venga
del exterior, se encuentra la clase media que busca en las raíces de la cultura
nacional una identidad y un proyecto social y nacional, como es el caso de los
liberales que lucharon durante todo este periodo por encontrar el rostro que
permitiera la creación de un Estado nacional. La clase media se configura,
entonces, siempre como un grupo contradictorio y oscilante entre el oportunismo
y el patriotismo, entre la corrupción y la honestidad, el salvajismo y la
educación. Pero el país necesitaba de cierta estabilidad para crear acumulación
de riqueza, para instaurar un orden social que permitiera la organización de
una sociedad heterogénea y caótica; se necesitaba una filosofía que encarnara
las ideas de la ley y el orden, la libertad y las buenas costumbres;
obviamente más buenas costumbres y orden que ley y libertad. Esta filosofía era
el positivismo, el cual va a dar origen a un crecimiento de la clase que va a
operar sobre los modelos de la tradición, las buenas costumbres, el orden, el
honor. Otra vez la colonización, ahora a través de una sociedad relativamente
urbana y educada bajo los férreos principios de que la sociedad no puede ser
más que el resultado de un orden evolutivo que hay que conservar a como dé
lugar, en contra del caos y el desorden encamado en cualquier tipo de cambio
social.
Para la clase media
de la época de la dictadura por- firista opera el esquema; ella se siente
estable y segura y ve que, en efecto, el orden trae bienestar y paz social,
aunque éstos sólo sean para unos pocos. La violencia, la explotación y la
miseria eran la realidad cotidiana de millones de mexicanos. Pero para la clase
media la dictadura porfirista era la expresión más racional y legítima de un
sistema social; puesto que ya se sentía beneficiada, no había razón para pensar
que las otras clases sociales no vivieran bien, como resultado de una
organización casi natural que ponía a cada quien en su lugar. Pero también en
esos momentos hay otro grupo de clase media, como los liberales, profesionistas
e intelectuales, que se da cuenta de que la miseria y la explotación no pueden
continuar, y ponen las bases para la transformación de la sociedad mexicana que
configurará el nuevo rostro de la clase media.
Líneas de investigación y debate contemporáneo
La Revolución mexicana, que fue un movimiento
dinámico y modernizante, creó las bases de un nuevo tipo de desarrollo que
podemos denominar, en términos generales, capitalismo industrial. La Revolución
de 1910 provocó la expansión y la extensión de los beneficios económicos y
políticos que, si en un principio fueron pensados para obreros y campesinos, a
partir del presidente Ávila Camacho se distribuyeron fundamentalmente entre la
nueva clase media y la burguesía. La necesidad que tenía el nuevo aparato
político de técnicos, profesionales e intelectuales hizo posible el crecimiento
de la burocracia y de un modelo de sociedad que beneficiaba, fundamentalmente,
a esta nueva clase media.
Desde la época de
Ávila Camacho se pensó en toda una política de infraestructura en las ciudades,
que se expresaba en la educación, los empleos y la salubridad, lo cual permitió
que la clase media creciera como en ninguna otra etapa del país. Pero si en un
momento ese sector fue modernizante, a partir de 1950 se demostró que una de
las típicas características de la clase media, en términos históricos, aparecía
nuevamente en la estructura social: su tendencia a convertirse en conservadora
y su miedo ante los cambios sociales que la pudieran afectar. Una vez más se empezó
a colonizar a la clase media, pero ahora el modelo de comportamiento, tanto
social y político como económico, era el capitalismo estadunidense. Otra vez
aparece la característica de la vocación voraz e individualista de esta clase
que lucha denodadamente, a través de modelos exteriores, por tener más
ingresos, más prestigio y más estatus.
Ahora, la clase
media, colonizada por los Estados Unidos, empezó a competir día y noche; las
características psicosociales de neurosis y terrores
personales se revelaron ante el enfrentamiento de la realidad de que sus sueños
de movilidad y riqueza personal no se cumplían. Aparecieron formas de
desesperación social que se reflejaron en melodramas personales; un aspecto de
este melodrama personal se proyectó en los mitos y prejuicios frente a la
sociedad y el universo político. Estos mitos y prejuicios reflejaban, a su vez,
falta de información y la mala educación que habían recibido, puesto que sólo
se les enseñaba un modelo competitivo de lucro personal y los títulos
universitarios eran patentes de cursos que les permitían medrar para su
provecho personal. Nunca desarrollaron una conciencia nacional en términos
históricos.
La tendencia del
capitalismo contemporáneo es permitir que la clase media crezca, pero que no suba
dentro de la pirámide social. Es difícil que los arribistas de clase media de
esta época, esos que quieren llegar a ser burgueses, puedan triunfar. No es lo
mismo que en el siglo xix, cuando Julián Sorel -—el joven preceptor de Rojo y
negro de Stendhal— gracias a sus conocimientos podía acercarse y codearse con
la burguesía.-A pesar de ello, Sorel debió pagar con su vida —es la condena del
arribista por su acercamiento con las clases más altas—. Es difícil que los
arribistas lleguen a integrarse si no tienen una fortuna, y aun así les cuesta
trabajo. Ahí tenemos el caso, en pleno siglo xx, del arribista estadunidense
Gatsby, quien logra crear un imperio para que Daisy se case con él, mas debe
pagar con la vida sus intentos. A un arribista mexicano el sistema lo engaña;
piensa que se casará un día con una mujer rica y será dueño de fábricas y de
bienes de consumo, o que llegará a las filas de la burguesía burocrática; en el
mejor de los casos llega a ser un servidor, nunca dueño de ese poder económico
o político. Los arribistas mexicanos son más políticos que otros, porque son
caricaturas de la caricatura del arribista de la
metrópoli. Las crisis del sistema económico y político, la masificación de las
universidades y los tecnológicos, la falta de perspectiva y de movilidad social
a partir de las profesiones liberales han hecho que se expresen una vez más las
contradicciones y las limitaciones de este grupo social; sin embargo, cada día
tiene más importancia porque es el que, en resumidas cuentas y a pesar de todo,
maneja más información, tiene más educación y acceso a empleo y seguridad
social, y pide y quiere cada día más, a veces pidiendo a nombre de los obreros
y campesinos, y algunas otras porque son talentosos y educados.
Es un hecho que el
malestar, la confusión ideológica y psicológica, la depauperación de la clase
media no sólo son resultado de la crisis de un proyecto económico que era una
ficción, puesto que el país nunca ha sido rico, sólo lo ha sido en megalomanía
y en despilfarro. Sin embargo, esta crisis también es de crecimiento, puesto
que ninguna sociedad puede permanecer inmutable, y esta clase media tan
descontenta y tan confusa es el resultado de ese sistema que le dio demasiadas
ilusiones y demasiadas esperanzas y que hoy, en definitiva, no puede cumplir.
Se está viviendo
como en la gran novela de Honorato de Balzac Las ilusiones perdidas. Pero de
esto puede surgir una nueva clase media más consciente de sus limitaciones y
posibilidades, en una sociedad donde los procesos de democratización y crítica
política a veces son desordenados. Sin embargo, éstas son expresiones de
diferentes comportamientos de una nueva sociedad de clase media. Hoy los
confusos y estériles debates sobre la óptica de Marx o la estratificación de la
clase media están superados. La clase media existe como categoría social,
económica y política, como resultado de la sociedad laica y urbana, en cambio
permanente dentro de la sociedad democrática e industrial.
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