CLASES MEDIAS, Gabriel Careaga

Gabriel Careaga

La teoría de las clases sociales

Desde que Carlos Marx habló de la lucha y de los conflictos de clases, así como de su caracterización en dos grupos antagónicos: explotados y explotadores, los sociólogos han especulado mucho sobre las características de las clases sociales, sobre todo a partir del triunfo de la sociedad industrial y, quizá precisamente por esa especulación, hay confusión y contradicción sobre la teoría social de las clases sociales a pesar de ser un capítulo fundamental dentro del pensamiento sociológico. Este aspecto es tan importante que es ya un lugar común decir que, sin teoría sobre las clases sociales, no se puede hacer una explicación científica de la sociedad.

Historia, teoría y crítica

Los teóricos han discutido hasta el cansancio si las clases sociales se pueden explicar en términos objetivos, si son determinadas por las relaciones sociales de producción o por un hecho subjetivo, sobre todo las ideas que tiene el individuo de sí mismo. Esta última hipótesis es manejada por los sociólogos estadunidenses, quienes niegan la lucha de clases. Ellos prefieren subrayar la jerarquía de poder, de prestigio, de riqueza o de educación. Estos sociólogos tienden a explicar el cambio y la transformación histórica a través de la evolución y la innovación tecnológica; los hechos sociales les han dado la razón histórica porque el capitalismo no se derrumbó.

Uno de los sociólogos que más ha aportado a esta teoría de la estratificación social es Pitirin Sorokin, quien escribió hace ya algunos años:

La estratificación social significa la diferenciación de una determinada población de clases jerárquicamente superpuestas. Se manifiesta a través de la existencia de capas sociales superiores o inferiores. La base de su existencia es una distribución desigual de los derechos y privilegios, los deberes y responsabilidades, los valores sociales, y las privaciones, el poder y la influencia, entre los miembros de una sociedad.

La teoría de la estratificación social se impone con el rechazo de la sociología marxista y el triunfo de la sociología empírica y cuantitativa. El resultado es una incapacidad para entender en términos biográficos e históricos las clases sociales. La sociología funcional implica la relevancia del dato cuantitativo, las variables en términos ahistóricos, la pretensión ''científica”, ya que aparentemente no se hacen juicios de valor. El resultado es que toda interpretación social se convierte en una simulación política para justificar la falta de compromiso moral e histórico. Nunca antes se /había llegado a una ciencia social tan irrelevante y pedestre. Por supuesto, esta sociología acaba por no explicar nada.

En cambio, dentro de la sociología marxista las clases sociales son el resultado de las contradicciones y de las luchas políticas dentro del sistema social. Las clases sociales para Marx, por ejemplo, no solamente son una categoría científica sino, sobre todo, tienen una dimensión política; es decir, hay acciones sociales e históricas de un grupo sobre otro grupo, de unos hombres sobre otros hombres, de una clase sobre otra clase. Es un universo que se interrelaciona, se modifica, se transforma, y en donde nada permanece estático. Hay que recordar que Marx le daba una importancia fundamental a la dimensión histórica. Su sociología es la relación de hechos sociales con productos históricos reales. Así, aparecen las clases dentro de un proceso histórico; una clase tiene en sus manos los bienes de producción y la otra sólo su trabajo; en consecuencia, es explotada, engañada, perseguida y enajenada. Esta clase vive en una dimensión imposible. En estos términos, se lee en el Manifiesto Comunista: 

Toda la historia de la sociedad humana, hasta el día de hoy, es una historia de lucha de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta; en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.

Marx estableció y probó una continuada progresión de conflictos y violencia en la configuración histórica de las clases, a lo cual llamó lucha de clases. Así, bajo el capitalismo se desarrollaron con mayor fuerza las tensiones y los conflictos de las clases sociales. Brevemente, hay que recordar que el sistema de producción es uno de los fundamentos teóricos de Marx, sobre el que se basan las relaciones históricas dentro de la estructura social. Los criterios para ordenar las clases en el sistema marxista son diferentes y múltiples, pero se van a subrayar sobre todo dos: el primero es la diferencia en cuanto a propiedad; el segundo habla de diferentes órdenes productivos.

Según los criterios anteriores, Marx reconocía básicamente dos clases en la sociedad. Pero dentro de esa dicotomía también reconocía que esos grupos antagónicos daban lugar a otras clases sociales. Por supuesto, Marx pensaba que, de todas las clases sociales, el proletariado es el elemento histórico de la próxima transformación social porque, al ser la clase más explotada, podría hablar en nombre de las demás. Por ello, es la clase verdaderamente revolucionaria:

Las demás perecen y desaparecen con la gran industria; en cambio, es su producto genuino y peculiar. Los elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como clase; no son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, reaccionarios, pues pretenden volver atrás la rueda de la historia.

El surgimiento de la clase media

Dentro de todo este proceso, Marx reconoció la existencia de las clases medías: el pequeño industrial, el tendero, el artesano y el lumpenproletariado. A éste lo define como:
esa masa que se está pudriendo pasivamente, arrojada por los estratos más bajos de la vieja sociedad, que puede, aquí y allá, ser arrastrada al movimiento por una revolución proletaria. Sus condiciones de vida, sin embargo, la preparan mucho para desempeñar el papel de instrumento subordinado de la intriga reaccionaria.

Se puede decir que Marx matizaba toda su concepción de clases sociales. Y también se puede resumir diciendo que la visión marxista de las clases tenía tres dimensiones interrelacionadas: la económica, la política y la social, pues, aunque Marx elaboró su teoría en función de una situación dicotómica (proletarios y burgueses), en sus análisis aparece la clase intermedia, que era definida como pequeña burguesía. Para Marx, la pequeña burguesía es la clase que dispone de modestos medios de producción y que en la lucha de clases se polariza y se convierte en proletariado o en burguesía. Ante estas afirmaciones, hay que recordar que Marx no terminó de elaborar su teoría de las clases sociales. Precisamente al finalizar el tercer tomo de El capital, se disponía a hablar de las clases y ahí se interrumpe el manuscrito.

Las tesis de Marx no se cumplieron. Sin embargo, es importante afirmar que las hipótesis de Marx sobre las clases sociales en la sociedad industrial no se cumplieron en su esquema fundamental. El proletariado no hizo la revolución ni desarrolló su conciencia de clase, sino que aparecieron nuevas formas de expresión del capitalismo dinámico. En el proletariado surgieron formas de pensamiento típicas del pequeño burgués, que en el mejor de los casos lucha por reivindicaciones económicas, pero no tiene intereses políticos. Se convirtió en un consumidor voraz. La pequeña burguesía no se radicalizó ni tendió a desaparecer. Por el contrario, a través de una hábil manipulación de la ideología, se mistificó más su pensamiento y se dio uno utópico y soñador, haciéndose creer que ella representaba a toda la sociedad, surgiendo así la sociedad unidimensional. La burguesía se transformó de grupo pluralista en corporaciones monopolistas internacionales y transnacionales, y apareció una sociedad de vendedores y consumidores, que Wright Mills denominó sociedad de mercado constante.

El gran escenario de vendedoras. En el mundo del pequeño empresario, el vender era una actividad entre muchas, limitada en su alcance, en su técnica y en sus maneras. En la nueva sociedad, el vender es una actividad difundida, de alcance ilimitado y despiadada en su elección de la técnica y de las maneras.

El mundo del vendedor se ha convertido ahora en el mundo de todos y, en cierto sentido, todos se han hecho vendedores. El mercado amplio ha llegado a ser, al mismo tiempo, más impersonal y más íntimo. ¿Qué hay que no pase ahora por el mercado? ¿La cienciá y el amor, la virtud y la conciencia, la amabilidad, las especializacio- nes cuidadosamente maduradas y las animosidades? Estamos en una época de veleidad. El mercado alcanza
ahora a todas las instituciones y a todas las relaciones. El estilo del regateo, el ánimo revendedor, la simpatía estereotipada, la valoración comercial de los caracteres personales, todo esto nos rodea. En público y en privado prevalece el sabor y el sentido de lo comercial.

El vendedor estadunidense ha atravesado por diversas lases principales, cada una de las cuales corresponde a una etapa en la organización del sistema de sus negocios. Este sistema comprende una vasta e intrincada red de instituciones, cada hilo de la cual es un vendedor de una u otra clase. Todo cambio del sistema y de sus relaciones con la sociedad en general se reflejará en el desarrollo de tipos de vendedores y en la clase de comercio que habrá de prevalecer.

Cuando la demanda era generalmente mayor que la producción, las ventas tenían lugar, en su mayoría, en un mercado de vendedores, y casi siempre era sencillo estar en cierto sitio a cierta hora para recibir los pedidos. Cuando las demandas se equilibraron con los suministros, el vendedor, como medio de distribución, no hacía más que proporcionar información. Pero cuando la presión del productor para vender se hizo mucho mayor que la capacidad del consumidor para comprar, el papel del vendedor se transformó en algo muy agitado. En el siglo xx, al acumularse los excedentes, ha surgido la necesidad de distribuir en mercados nacionales, y con la difusión de la publicidad nacional han hecho falta extensas organizaciones de ventas para sacar provecho de sus efectos.

Cuando las empresas de negocios eran capaces de aumentar su producción en un mercado expansivo, podían hacerse la competencia unas a otras, presentando cada vez mejores ofertas; pero en un mercado contraído o cerrado prefieren no competir en los precios. Puede que los precios más bajos, como sostienen muchos economistas, sean "más eficaces que los métodos de técnica comercial agresiva, que aumentan los costos”; pero, de esta forma, las ventas a gran presión son un sustitutivo del estimulante de la demanda, no por la rebaja de los precios, sino por la creación de nuevas necesidades y deseos más apremiantes. "Los negocios —escribió Ve- blen— se reducen a un tráfico de técnica comercial que funciona a base del mérito compartido de los vendedores rivales.” La técnica de ventas en los Estados Unidos se ha convertido virtualmente en una fuerza autónoma, que sólo depende de la voluntad y que mantiene a la economía a gran presión.

Por supuesto, dentro de todo este proceso de transformación que descubrió el capitalismo se encuentra el desarrollo de la llamada clase media.

Pero ¿quiénes forman la clase media? ¿Qué es, en resumidas cuentas, la clase media? ¿Se puede hablar, en términos sociológicos, de clase media? Para algunos autores, Halbwachs por ejemplo, los artesanos y los pequeños comerciantes son clase media; es decir, son personas que trabajan solas o por su cuenta. Ellos organizan su producción económica y su forma de trabajo; entran directamente en relación con los clientes; no son propiamente grandes empresarios, sino pequeños empresarios. Al parecer son independientes; pero en la escuela de producción capitalista esta independencia es relativa, porque ellos están sometidos a las condiciones del mercado de trabajo, tanto como del mercado de los productos.

Una de las características psicosociales de estos pequeños comerciantes y artesanos es su individualismo recalcitrante. Éste podría ser uno de los elementos que configurarían las características de la clase media.

Otro grupo considerado dentro de la clase media son los burócratas, los empleados. Este conglomerado ha crecido sobre todo con el desarrollo de la sociedad industrial, debido a la necesidad creciente de utilizar a los que los sociólogos han llamado "trabajadores de cuello blanco”. Los empleados trabajan en forma individual, no tienen una conciencia de su situación dentro de la estructura social. La característica de la clase media es su falta de intención crítica, su carencia de situación histórica, su desarraigo de la sociedad, su vida mecánica. Los sueldos de los empleados se fijan según las reglas generales de esa burocracia. Pero, en general, esos empleados van subiendo en escalafón, según la edad y el tiempo que tengan de trabajar en la burocracia. Los empleados a veces no se interesan en su trabajo, por lo cual resulta monótona y pesada su labor diaria en la administración. En las instituciones burocráticas modernas se exigen al empleado ciertos implementos técnicos que le permitan ascender dentro de la estructura. Frecuentemente, esos empleados no tienen incentivos para trabajar en términos de progreso individual o social. Sin embargo, existe otro tipo de empleados, con mayor estatus en la empresa y en la administración. Éstos son los ejecutivos, que pertenecen a una amplia gama de clase media con características de mayor movilidad, tienen una personalidad competitiva y están en contra del espíritu burocrático en el sentido de la pasividad rutinaria de los empleados comunes y corrientes. El ejecutivo es el hombre de la clase media con más posibilidades de movilidad social, con más perturbaciones psicosociales y con mayor sentimiento individualista dentro de la estructura social.

Para Halbwachs, la clase media son los pequeños comerciantes, los artesanos, los empleados, los ejecutivos. Esto es el resultado de la expansión de la sociedad industrial. En la medida en que se desarrollan más las sociedades contemporáneas, este grupo aparece mucho más heterogéneo, con más crisis y con menos posibilidad de ser homogeneizado a través de un solo elemento o de una sola explicación. La clase media no constituye un remanente, una clase unitaria con un horizonte social claro, sino que su lucha cotidiana, su afán de movilidad constante, su mezquindad y su egoísmo hacen que jamás tome conciencia plena de los motivos de su conducta, de su situación histórico-social o de sus contradicciones como dase heterogénea.

La frase de Tocqueville, a propósito del espíritu de la clase media, es muy significativa: "Espíritu que mezclado al espíritu del pueblo o la aristocracia de la burguesía puede hacer maravillas, pero que por sí solo no producirá nunca más que un gobierno sin virtud y sin grandeza”.

Se puede concluir que la dase media, desde el punto de vista marxista de las clases sociales, no existe. No tiene ni proyectos históricos ni conciencia social de lo que es, ni una visión política revolucionaria del mundo. Se mueve dentro de las indeterminaciones de la vida social y racional del capitalismo. Pero esto no quiere decir que no exista como un hecho social, político y económico real. Marx nunca negó que existiera la dase
media: "Lo que [Ricardo] olvida mencionar es el continuo incremento numérico de las clases medias [...] a mitad del camino entre los obreros, por un lado, y los capitalistas y los terratenientes, por otro. Estas clases medias se apoyan con todo su peso sobre la dase obrera y, al mismo tiempo, aumentan la seguridad y el poder de la clase dominante”.

En síntesis, en la sociedad industrial desarrollada, la dase media ha crecido y esto ha hecho que la hipótesis de Marx sobre su posible radicalización no se haya cumplido; por el contrario, la dase media tiende a sobredeterminar a toda la sociedad con su estilo de vida, con sus formas de expresión culturales y políticas. Por otro lado, no hay que olvidar que de la dase media surgen los radicales, como los intelectuales marxistas, pero también los científicos y los ejecutivos que han modificado su propia dase al finalizar el siglo xx.

La clase media después del colapso socialista

En la sociedad posmodema, la tecnología y las innovaciones científicas barrieron con todo lo que parecía sólido y eterno. El liberalismo y el marxismo se transformaron como ideologías políticas y el capitalismo se volvió más cambiante en términos económicos y sociales. La sociedad igualitaria del socialismo era una burocracia política con características totalitarias. A partir de los sesenta, la sociedad de masas del capitalismo y el socialismo parecía estar más cercana en cuanto a sus necesidades consumistas. La lucha de clases no desapareció, sino que se transformó en una competencia agresiva y sin cuartel por el estatus social. El Estado benefactor como motor de desarrollo tuvo que limitar sus inversiones para hacerlas más efectivas en cuanto a productividad, estimulando a los productores, obreros, campesinos, burócratas y clase media. Pero no por solidaridad social, sino fundamentalmente por interés económico. El fin del socialismo en 1989 mostró que no habían desaparecido las clases sociales, sino que existía una dictadura burocrática y familiar tanto en la Unión Soviética como en Hungría, Rumania y Alemania Oriental. El capitalismo se encuentra con un proletariado reformista que, más que revolucionario, pretende, y lo ha logrado en cierta medida, obtener tantos beneficios como la nueva clase media. Su ideología en todo caso es sindicalista y lucha por prestaciones económicas, seguridad social, mandar a sus hijos a la universidad, tener más bienes de consumo.

Por su lado, la sociedad campesina se transformó en urbana. Los dogmas del pasado con los que la agricultura alimentaba el campo fueron superados por las realidades históricas, como Janes Jacobs demuestra en La economía de las ciudades. Allí explica que la agricultura no sería ni siquiera posiblemente productiva si no incorporara muchos bienes y servicios producidos en las ciudades o trasplantados de ellas. Los países predominantemente rurales tienen la agricultura más improductiva. Por el contrario, los más organizados son precisamente los que producen mayor abundancia de alimentos. El campesino ha tecnificado su agricultura, tiene todas las comodidades del mundo moderno y, al igual que en las ciudades, ve cablevisión, películas en videocinta y sus técnicas de cultivo son altamente refinadas.

La clase media se expandió como resultado de la distribución del consumo y la riqueza. En la sociedad posindustrial, la clase media apareció como antes en una lucha constante por conservar su estatus social individualista, asociándose civilmente de manera ocasional para defender sus derechos y obtener más prestaciones o mayor seguridad social. El capitalismo tendió a homogeneizar a la sociedad, promoviéndose como un modelo más igualitario y democrático, y también más cercano a los valores sociales y políticos de la clase media. Es decir, las clases medias tienden a ser reformistas, y tratan de tener mayor movilidad social a través de la educación, de una mayor profesionalización en sus oficios y de su capacidad de ahorro, sobre todo en sociedades como la estadunidense, la inglesa, la francesa, la alemana y la japonesa.

La cultura de la imagen tendió a homogeneizar a las clases sociales. La televisión propone formas de comportamiento y de consumo para todos los grupos; no obstante, el proletariado sigue pensando que las actividades de la clase media (burócratas, profesionistas, inversionistas, corredores de bolsa) son parasitarias e improductivas. El proletariado sigue creyendo que el único trabajo válido es el físico, que redime y legitima una acción social. El mundo burgués se ha vuelto más complejo, y los grandes capitalistas existen a veces como prestanom- bres o como grupos de consorcios que en realidad se reparten la riqueza de sus países a través de las empresas transnacionales; la sociedad industrial sigue siendo desigual e inequitativa; la distribución de la riqueza sigue concentrándose en un 20% de la población; la categoría de la élite en el poder que manejó Mills sigue siendo válida, ya que explica que los militares, la burocracia política y los millonarios son los principales pilares del poder. Pero la clase media lucha por que los beneficios de la educación, la salud, el consumo, el poder sean cada vez mayores para este estrato. La radica- lización de la case media en términos marxistas no se dio. Y la idea de que la sociedad industrial iba a tener un movimiento proletario socialista apoyado por la clase media fue una fantasía que más bien ha justificado regímenes autoritarios, políticas conservadoras y exaltaciones nacionalistas, como ha sucedido en los últimos años en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia y Alemania, en donde han aparecido el fascismo y el neonazismo, y también movimientos fundamenta- listas de tipo religioso.

Al final del siglo xx, los valores tradicionales de la clase media, cuya bancarrota se inició desde los años sesenta con la rebelión juvenil, los movimientos estudiantiles, los feministas y los homosexuales, parecen quedar atrás. La aparición de enfermedades tan temibles como el sida ha hecho que se regrese a la monogamia. Los conservadores de la clase media explican el sida como resultado de la promiscuidad y la corrupción moral, y claman por el regreso a los valores morales, la tradición familiar, la monogamia, etc. Pese a todo, en la práctica la clase media sigue viviendo un proceso de desintegración moral por el alto consumo de drogas y alcohol, y familias que viven juntas, en medio de la agresión y la violencia. Más que los valores morales, la competencia y el consumo en aras de una mayor movilidad social es lo que caracteriza a la clase media de la sociedad posindustrial. La cultura de la imagen y el consumo ha triunfado.

La sociedad consumista de clase media

Las sociedades contemporáneas se han vuelto consumistas, más en los países ricos, pero también en los países en vías de desarrollo. En unas y en otras, por medio del efecto demostración y mediante la televisión, los anuncios hacen creer al público que todo el mundo vive en un consumo ostentoso, en medio de fiestas y alegría, fantasías y caprichos, y deseos que parecen reales. La moda y la sociedad consumista, a pesar de sus excesos, hacen que haya una liberación individual y colectiva en el comportamiento cotidiano. Desde el Renacimiento hasta mediados de los sesenta, los seres humanos han tenido la obsesión de fundar una moral independiente de los dogmas religiosos, perdiendo los temores del más allá y estimulando los deseos inmediatos. La pasión del ego, el individualismo, la liberación sexual, aun con el sida, han creado un comportamiento basado en el pragmatismo materialista. Gilíes Lipovetsky, en su ensayo El crepúsculo del deber, explica que los avances tecnológicos y el ocio hacen que se olvide la retórica del deber austero para concentrarse en la satisfacción inmediata; los hombres modernos rechazan la sujeción a la moral religiosa y establecen una moral laica, apoyada en una ética racionalista basada en el trabajo y la responsabilidad de la persona. La moral puritana, que ocultaba represiones morales y sociales, se ha roto con la cultura de la imagen; los medios de comunicación, fundamentalmente la televisión, han impuesto a escala mundial comportamientos existencia- les que evocan el deber frente a uno mismo más que hacia los demás. La gente, sin haber leído a los exis- tencialistas, quiere vivir aquí y ahora hasta lo máximo. El capitalismo de las necesidades ha renunciado a la santificación de los ideales en beneficio de los placeres y los sueños de la felicidad privada. Ahora se vive en el estruendo y la violencia del videoclip. Se vive permanentemente la invitación al confort y los requerimientos materiales para ser eternamente joven y eficaz. La cultura hedonista ha emancipado a Eros de la idea de pecado; ha legitimado la exaltación de las masas, principalmente juveniles, a partir de los espectáculos de rock, fútbol y box.

También ha aparecido en forma creciente la cultura de los ejecutivos para luchar contra la vejez; hombres y mujeres viven en una obsesión por no tener arrugas, velar por una alimentación sana, broncearse, mantenerse delgado, relajarse, conservar el equilibrio, sobre todo en momentos de pánico, como los que se viven hoy. Sólo los más fuertes y los más jóvenes pueden tolerar las tensiones del posible desempleo, de la presión por el estatus, la frustración por no poder cambiar de auto, por no poder viajar. Esto ha traído como consecuencia una contradicción permanente entre morales de apertura y sociedades que están invitando a regresar al orden y a la estabilidad familiar.

Y en los últimos años se ha visto que la ética invade a los medios de comunicación, alimenta la educación filosófica, surgen corrientes espiritualistas y, sobre todo, en la televisión se debate sobre el aborto, el acoso sexual, la corrupción de la política, y se hacen cruzadas contra la droga y el relajamiento erótico de los ya lejanos sesenta. Al mismo tiempo se está viviendo la conciencia de la destrucción ecológica en todo el planeta, y de millones de espectadores que viven con ropas baratas, con facturas acumuladas, angustiados porque, quiérase o no, la cultura consumista es no una moda, sino un estilo de vida del ya agónico siglo xx, fundamentalmente dentro de la clase media.

Biografía histórica de la clase media en México

El desarrollo anárquico y desequilibrado de la sociedad mexicana, a partir de sus inicios como nación independiente en 1810, hizo casi imposible el surgimiento de la clase media. Era una pequeña capa delgada, compuesta por burócratas, clérigos, militares, criollos y mestizos que desde el principio de la organización social mexicana lucharon por tener una identidad. Esto hace que en la revolución de 1810 los criollos y los mestizos participen en la transformación social del país. Pero desde ese momento oscilarán entre el miedo y el oportunismo social; se aprovecharán de sus conocimientos y de su educación para manipular los movimientos políticos a su favor. La clase media del siglo xix empezará a revelarse como un grupo social que se encuentra profundamente colonizado. Se importan modelos de comportamiento social y moral de España que les da toda la tradición y toda la atmósfera de "buenas costumbres”, y que la va a configurar como un grupo que maneja el honor y la moral como parte de su visión del mundo. Pero es una clase media que está colonizada y que no encuentra sus raíces ni su razón de ser, puesto que quiere imitar formas de comportamiento que corresponden a la metrópoli. De ahí que resulte grotesca la coronación de Agustín de Iturbide, que no fue más que una imitación extralógica, caricaturesca, de la pompa y la fastuosidad de los comportamientos y las costumbres de los reinados europeos.

Los conservadores triunfan, y empieza a surgir otra mentalidad de clase media, influida ahora por los ingleses y los franceses. Otra vez aparece un falso proyecto de sociedad nacional que encubre intereses personales bastardos. Se plantea la necesidad de industrializar el país, de tener pautas y normas sociales que acaben con el desorden y el caos generalizado. Entonces, piensan que es mejor tener como modelo a la sociedad inglesa o a la francesa. La clase media tiene que optar por importar, apoyada por los grupos de ricos conservadores, a un emperador. Adoptan normas y comportamientos que vuelven a ser extralógicos y que demuestran una característica de la clase media: su facilidad para ser manipulada a través de una constante penetración colonialista.

Pero también hay que decir que junto a esta clase media, obsesionada por una autoridad que venga del exterior, se encuentra la clase media que busca en las raíces de la cultura nacional una identidad y un proyecto social y nacional, como es el caso de los liberales que lucharon durante todo este periodo por encontrar el rostro que permitiera la creación de un Estado nacional. La clase media se configura, entonces, siempre como un grupo contradictorio y oscilante entre el oportunismo y el patriotismo, entre la corrupción y la honestidad, el salvajismo y la educación. Pero el país necesitaba de cierta estabilidad para crear acumulación de riqueza, para instaurar un orden social que permitiera la organización de una sociedad heterogénea y caótica; se necesitaba una filosofía que encarnara las ideas de la ley y el orden, la libertad y las buenas costumbres; obviamente más buenas costumbres y orden que ley y libertad. Esta filosofía era el positivismo, el cual va a dar origen a un crecimiento de la clase que va a operar sobre los modelos de la tradición, las buenas costumbres, el orden, el honor. Otra vez la colonización, ahora a través de una sociedad relativamente urbana y educada bajo los férreos principios de que la sociedad no puede ser más que el resultado de un orden evolutivo que hay que conservar a como dé lugar, en contra del caos y el desorden encamado en cualquier tipo de cambio social.

Para la clase media de la época de la dictadura por- firista opera el esquema; ella se siente estable y segura y ve que, en efecto, el orden trae bienestar y paz social, aunque éstos sólo sean para unos pocos. La violencia, la explotación y la miseria eran la realidad cotidiana de millones de mexicanos. Pero para la clase media la dictadura porfirista era la expresión más racional y legítima de un sistema social; puesto que ya se sentía beneficiada, no había razón para pensar que las otras clases sociales no vivieran bien, como resultado de una organización casi natural que ponía a cada quien en su lugar. Pero también en esos momentos hay otro grupo de clase media, como los liberales, profesionistas e intelectuales, que se da cuenta de que la miseria y la explotación no pueden continuar, y ponen las bases para la transformación de la sociedad mexicana que configurará el nuevo rostro de la clase media.

Líneas de investigación y debate contemporáneo

La Revolución mexicana, que fue un movimiento dinámico y modernizante, creó las bases de un nuevo tipo de desarrollo que podemos denominar, en términos generales, capitalismo industrial. La Revolución de 1910 provocó la expansión y la extensión de los beneficios económicos y políticos que, si en un principio fueron pensados para obreros y campesinos, a partir del presidente Ávila Camacho se distribuyeron fundamentalmente entre la nueva clase media y la burguesía. La necesidad que tenía el nuevo aparato político de técnicos, profesionales e intelectuales hizo posible el crecimiento de la burocracia y de un modelo de sociedad que beneficiaba, fundamentalmente, a esta nueva clase media.

Desde la época de Ávila Camacho se pensó en toda una política de infraestructura en las ciudades, que se expresaba en la educación, los empleos y la salubridad, lo cual permitió que la clase media creciera como en ninguna otra etapa del país. Pero si en un momento ese sector fue modernizante, a partir de 1950 se demostró que una de las típicas características de la clase media, en términos históricos, aparecía nuevamente en la estructura social: su tendencia a convertirse en conservadora y su miedo ante los cambios sociales que la pudieran afectar. Una vez más se empezó a colonizar a la clase media, pero ahora el modelo de comportamiento, tanto social y político como económico, era el capitalismo estadunidense. Otra vez aparece la característica de la vocación voraz e individualista de esta clase que lucha denodadamente, a través de modelos exteriores, por tener más ingresos, más prestigio y más estatus.

Ahora, la clase media, colonizada por los Estados Unidos, empezó a competir día y noche; las características psicosociales de neurosis y terrores personales se revelaron ante el enfrentamiento de la realidad de que sus sueños de movilidad y riqueza personal no se cumplían. Aparecieron formas de desesperación social que se reflejaron en melodramas personales; un aspecto de este melodrama personal se proyectó en los mitos y prejuicios frente a la sociedad y el universo político. Estos mitos y prejuicios reflejaban, a su vez, falta de información y la mala educación que habían recibido, puesto que sólo se les enseñaba un modelo competitivo de lucro personal y los títulos universitarios eran patentes de cursos que les permitían medrar para su provecho personal. Nunca desarrollaron una conciencia nacional en términos históricos.

La tendencia del capitalismo contemporáneo es permitir que la clase media crezca, pero que no suba dentro de la pirámide social. Es difícil que los arribistas de clase media de esta época, esos que quieren llegar a ser burgueses, puedan triunfar. No es lo mismo que en el siglo xix, cuando Julián Sorel -—el joven preceptor de Rojo y negro de Stendhal— gracias a sus conocimientos podía acercarse y codearse con la burguesía.-A pesar de ello, Sorel debió pagar con su vida —es la condena del arribista por su acercamiento con las clases más altas—. Es difícil que los arribistas lleguen a integrarse si no tienen una fortuna, y aun así les cuesta trabajo. Ahí tenemos el caso, en pleno siglo xx, del arribista estadunidense Gatsby, quien logra crear un imperio para que Daisy se case con él, mas debe pagar con la vida sus intentos. A un arribista mexicano el sistema lo engaña; piensa que se casará un día con una mujer rica y será dueño de fábricas y de bienes de consumo, o que llegará a las filas de la burguesía burocrática; en el mejor de los casos llega a ser un servidor, nunca dueño de ese poder económico o político. Los arribistas mexicanos son más políticos que otros, porque son caricaturas de la caricatura del arribista de la metrópoli. Las crisis del sistema económico y político, la masificación de las universidades y los tecnológicos, la falta de perspectiva y de movilidad social a partir de las profesiones liberales han hecho que se expresen una vez más las contradicciones y las limitaciones de este grupo social; sin embargo, cada día tiene más importancia porque es el que, en resumidas cuentas y a pesar de todo, maneja más información, tiene más educación y acceso a empleo y seguridad social, y pide y quiere cada día más, a veces pidiendo a nombre de los obreros y campesinos, y algunas otras porque son talentosos y educados.

Es un hecho que el malestar, la confusión ideológica y psicológica, la depauperación de la clase media no sólo son resultado de la crisis de un proyecto económico que era una ficción, puesto que el país nunca ha sido rico, sólo lo ha sido en megalomanía y en despilfarro. Sin embargo, esta crisis también es de crecimiento, puesto que ninguna sociedad puede permanecer inmutable, y esta clase media tan descontenta y tan confusa es el resultado de ese sistema que le dio demasiadas ilusiones y demasiadas esperanzas y que hoy, en definitiva, no puede cumplir.

Se está viviendo como en la gran novela de Honorato de Balzac Las ilusiones perdidas. Pero de esto puede surgir una nueva clase media más consciente de sus limitaciones y posibilidades, en una sociedad donde los procesos de democratización y crítica política a veces son desordenados. Sin embargo, éstas son expresiones de diferentes comportamientos de una nueva sociedad de clase media. Hoy los confusos y estériles debates sobre la óptica de Marx o la estratificación de la clase media están superados. La clase media existe como categoría social, económica y política, como resultado de la sociedad laica y urbana, en cambio permanente dentro de la sociedad democrática e industrial.

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